En tierras antiguas
“las piedras son del lugar y permanecen allí”
Richard Long
Richard Long
Dos laderas abruptas estrechan el apacible valle de la Quebrada del Tala. Constituyen la incuestionable barrera que propicia una tenaz sombra a la hora de comenzar cada jornada.
Atentos, iniciamos el primer recorrido por la quebrada. Las palabras del agua escurren a la par de un suelo áspero y seco, si bien pródigo de verdes. Hay quienes detienen el paso. Las circunstancias requieren sigilo, prudencia, observación, escucha... en tanto la pertenencia al pasado adquiere un relieve quizás impensado. En consecuencia, las emociones viajan en un tiempo antiguo que se impone rotundo y exige ser escuchado. Urge la necesidad de mirar, percibir, develar aquello latente en el espacio circundante. Prima el respeto por lo territorial, lo tópico. Se trata de una geografía traspasada por los mitos de culturas ancestrales, hoy presentes y vivas, entrelazadas al cacán y al quechua, al algarrobo y al cardón.
Una sutil Intervención del paisaje fue el resultado y la modalidad del accionar de los artistas reunidos en la Quebrada del Tala para el Encuentro de Arte y Naturaleza. Procedentes de diversas geografías: Caracas, Quito, Oruro, Ushuaia, Oberá, Victoria, Catamarca, Buenos Aires. Sus obras fueron realizadas sin excepción en el paisaje, expuestas a los elementos climáticos, y sometidas a la erosión natural; así pues, algunas desaparecerán, quedando de ellas sólo el recuerdo fotográfico y la memoria de los visitantes.
Sorprende la variedad y la fecunda poética de las propuestas: humo producto de la quema de hojas y frutos en hornillos de piedra (Sahumar) por Diana Campos; un cielo estrellado construido con piedras blancas (Cielo firme) de Sigrid Carboni; intervenciones participativas (Traslaciones) de Miguel Braceli dibujan formas que sólo existen en la fotografía; un espacio-ofrenda, altar, agradecimiento, en torno a un árbol (Tierra Madre) de Mónica Alvarado señala el vínculo a la naturaleza de Catamarca, provincia donde se crió su madre; un dispositivo electroacústico adherido a las ramas de un tala microfonea “la voz” del árbol (Toponimias) de José Luis Macas Paredes; pliegues de greda y arcilla demarcan una arquitectura sinuosa sobre una pequeña playa arenosa (Dentro-fuera) de Mirna Edith Rivas; pequeñas instalaciones que urbanizan el río y evocan minúsculas casas construidas sobre rocas apenas salientes (Mi casa en el río) de Bruno Ceballos Porta; un camino de ladrillos de adobe parte del río y sube al monte, evocando el trabajo ancestral comunitario (Tierra) de Jaime Achocalla Quisbert; flexibles cañas amarradas mediante un trenzado de fibras vegetales, a modo de puente vinculante de las dos orillas y de dos realidades, pasado y presente del lugar (Inter cambios) por Irene Serra.
Durante las jornadas de trabajo surge una profunda reflexión respecto a la naturaleza, a su preservación y a la incidencia del hombre. La acción de intervenir el paisaje circundante es intensa, involucra enteramente cuerpo y alma, y a su vez modifica. Las características humanas se encuentran con las fuerzas naturales y los patrones del mundo. El cuerpo se nutre, el diálogo fluye inquieto. Se sufre y a su vez, se goza, en tanto el material es una presencia que de por sí nos habla.
Teresa Pereda, Mayo 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario